La vida tiene magia, es su pisada calma, alegre y profunda.
La vida es magia silenciosa, sutil y siendo matemática no tiene fórmula.
¡Ahora entiendo tanto de ti!, y eso que muchas veces me pierdo y te abandono, me oxigena la muerte y me voy oxidando. ¡Tengo tanto que vivirte!, ¡tanto que arrimarme a ti!. Eres equilibrio que se ofrece; te encuentro en mis manos cuando van solas sobre el papel, sobre la piel, sobre un rostro, el beso del cuerpo. Un membrillo verde, una charca seca y las ranas sin su salto grácil, es lo áspero de pensar, de pensar. Me quedo en las hojas y pierdo la madurez de sus raíces, me quedo en un vacío lleno de llanto confuso. Y tú a secas o a brisas, ¡que soy yo!, tú me repites que bese con los labios, el beso del alma, me repites que toque con las manos, los besos del cuerpo.
Sufrir no es magia, no es paciencia, no es dulzura, ni siquiera ES. Por eso no nací para morir, sino para caminarte VIDA.
Me inclino ante ti, ante lo sagrado que conversa y alberga la naturaleza, me inclino en el color, la forma, lo invisible, el abril, la tierra, el instante, lo que se va y desprende. Busco, miro, toco, cada casa frente a mi casa, cada ventana, cada ojo y sus cortinas, cada parte interna, cada dolor es mío y aun así la calle separa la casa de enfrente de mi casa, yo la separo en infinitas muestras de mí; las aceras marcan muchos caminos, y los umbrales están para pararse, subirlos y entrar, o no. Sigo, lo dicen mis manos y mi latir, mis pies, los papeles que habito estrenando sus vacíos.
Sigo pintando, investigando, puede que más libre, como los gorriones en mi balcón que pican los verdes de las plantas, y una vez probado despliegan, donde estaban ya no están.
Tengo la sensación de una margarita blanca y su mariposa, las dos pertenecen a esta tierra y ellas rigiendo su matemática sin ecuación se encuentran, no se pretendieron, sólo el instinto, como la lengua, una vía y la sed. En sótanos sufro buscándome, en el vagamundo de la noria la incesante ansiedad tiene senderos cortos.
Soy margarita y mariposa en mis instintos, hidratada y fluida de no mente.
El arte en mí va, como aire, puede que sólo nos estemos encontrando, que el hilo de vida nos vuelva uno y entonces paro, subo un umbral tras caminar con mis tropiezos.
El ulular de la lechuza, un pétalo, dos granos de trigo, algún techo abierto...
gracias tierra.